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SEGUNDA PARTE: Realismo representativo. Detalles adicionales, y la profundidad de sus implicaciones…

Capitulo II

Sumergiéndonos hacia las profundidades de nuestra simulación del mundo:

Cuando nosotros señalamos o intentamos describir fenómenos que aparecen en nuestra experiencia, estos inevitablemente se ven cubiertos por el hecho de que vivimos dentro de una representación del entorno, por lo que en realidad estamos describiendo el comportamiento y características de nuestra propia simulación del mundo, y no del mundo “objetivo" per se. Entonces, bajo este argumento algunas impresiones subjetivas que tenemos de ciertos eventos o fenómenos de nuestra experiencia pueden justificarse. Por esta razón, no culparía a las personas del pasado, quienes creían (por un ejemplo) que el cielo era una especie de enorme domo pintado de color azul —como mencione anteriormente, esta clase de creencias, o impresiones subjetivas pueden ser explicadas de manera simple—. El cielo realmente aparenta tener una curvatura —lo que recuerda a un domo— solo que esto entra en la categoría de observaciones empíricas, las cuales pueden explicarse bajo los propios términos de cómo nuestra experiencia del mundo funciona, más no en términos de un “mundo externo” per se. De no ser así, podríamos perdernos en extensas narrativas que no nos conducen a ningún lado, como se acostumbraba en el pasado. Podemos obtener una explicación completa para todo si antes entendemos como la experiencia humana funciona por sí misma. Recalcó que nuestra fenomenología humana es en esencia un sistema, un modelo que se rige bajo ciertos parámetros y reglas, las cuales pueden ser comprendidas.
En adición con lo anterior, hago una breve pausa aquí para comentar que en el pasado existieron un sin fin de creencias de esta índole, las cuales eran bien recibidas y aceptadas socialmente. Su finalidad era brindar una explicación a algunos fenómenos aparentes dentro de nuestra experiencia del mundo. Sugiero que si nuestra intención es comprender el “folklore” que envuelven las dinámicas humanas, tales como la cultura, la sociedad, la religión, la teología, etcétera; debemos antes basar todas nuestras conjeturas en un adecuado y completo entendimiento del funcionamiento de la mente humana, especialmente de nuestra experiencia consciente.
Nuestra experiencia del mundo funciona en términos de representar y mantener una apariencia estable y coherente todo el tiempo, sin necesitar de una “dimensión adicional”; podemos pensar en nuestra mente como una especie de extravagante teatro interactivo y envolvente, cuyo objeto se reduciría a efectuar una buena obra, la cual sea congruente. Permitiéndonos a su vez construir modelos consistentes acerca de los contenidos que se presentan en la experiencia; objetos, fenómenos, eventos, etcétera. Fortaleciendo la ilusión de que tenemos acceso directo e inmediato a un mundo genuino, objetivo e independiente (realismo directo)...
Retomando el tema previo a la pausa, existe otra clase de afirmaciones de esta índole, las cuales pueden clasificarse como no-ordinarias, como aquellas basadas en impresiones subjetivas hechas “detrás de la cortina” de condiciones no-triviales de la mente (estados alterados de consciencia), donde los parámetros de nuestra experiencia dejan de preocuparse por construir un modelo coherente del entorno, dando lugar a un comportamiento errático e inesperado de los componentes de nuestra fenomenología, que se traduce en aquellos extravagantes fenómenos de la experiencia, donde el sujeto puede encontrarse en espacios o lugares completamente alucinados, e incluso siendo capaz de interactuar con objetos, y entidades aparentemente independientes. En otras palabras, algunas modalidades sensoriales pueden incluso entrelazarse y sincronizarse para crear objetos, eventos e incluso “seres” alucinados completamente congruentes, los cuales pueden convencer a la mayoría, aunque esta no siempre es la regla, otras experiencias pueden ser bastante caóticas, rayando lo bizarro. Como enfatice recientemente, todo lo anterior antes mencionado puede explicarse como meros cambios en los parámetros de nuestra simulación del mundo, junto con ciertas dinámicas que el cerebro utiliza para representar estímulos externos, y renderizar nuestra experiencia del mundo. En el tipo de escepticismo que yo promuevo, con bases del realismo indirecto y el método fenomenológico, podemos pensar en el mundo que experimentamos como una extensión de nuestra propia mente, y nuestra mente funciona bajo sus propios términos y leyes. “Mire a su alrededor, escuche su entorno, sienta su cuerpo; esta es la forma de su mente”. El hecho de que nuestra mente instancia una representación del “genuino” e inaccesible mundo externo, hace que la tarea de entender la realidad sea incluso más confusa. Solo tenemos acceso a un ambiente completamente simulado. Lo que realmente estudiamos son los contenidos de nuestra experiencia, y creamos un cuerpo mental sobre el mundo que nuestras mentes representan, pero esto nos hace ciegos al fenómeno de la experiencia en sí misma.
La más prominente característica de nuestra experiencia es el "realismo directo"; y es en esencia la “observación” que acompaña la premisa principal sobre la cual construimos todas nuestras demás suposiciones. Todos los puntos mencionados anteriormente son en realidad observaciones de los fenómenos, y características generales que existen exclusivamente dentro de la simulación del mundo que habitamos. Remitiendome a lo anterior, nuestras simulaciones del mundo aparentan tener propiedades atribuidas al realismo directo, en otras palabras, el mundo que experimentamos parece comportarse como si realmente estuviéramos percibiendo nuestro entorno de manera directa e inmediata, pero esto es solo un parámetro más de la representación, una especie de ilusión adaptativa. Es evidente que la evolución puso un gran esfuerzo en convencernos de la autenticidad de este mundo simulado, con la finalidad de mantenernos inmersos y continuamente cooperando con los replicadores, además, saber que nos encontramos dentro de una representación no aporta ningúna clase de valor sustancial en términos de supervivencia. Lamentablemente no evolucionamos para contemplar las implicaciones de nuestra propia condición…
La mayoría —sino todos— son realistas directos, incluso gran número de científicos dedicados a estudiar la percepción aún caen dentro de esta categoría, existen también personas que saben que el realismo directo no es el caso pero siguen sin conocer las implicaciones detrás de ello. Podría decirse que el realismo directo es un hecho, ¡PERO!, únicamente DENTRO de nuestra simulación del mundo, pues esta representación es por sí misma una clara consecuencia del REALISMO INDIRECTO —percibir=representar—.
Nuestros cerebros son capaces de renderizar mundos virtuales enteros que exhiben un comportamiento unificado. A pesar de que cada modalidad sensorial sea renderizada individualmente en un lugar diferente del cerebro, con respecto a las demás —es decir, distribuidas espacialmente—, estas pueden aparecer simultáneamente dentro de la misma “burbuja” de la experiencia, de tal manera podemos habitar una completa-unificada representación virtual del entorno. Aunado a esto, nuestra simulación del mundo corresponde con un sofisticado sistema de ondas no-lineales transportándose e interactuando con otras, similar a una celosía dinámica de interrelaciones, por lo que existe una obvia interconectividad a lo largo y ancho de su estructura. Esto, se traduce a sí mismo en una continuidad que permea el mundo que experimentamos.


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