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Capitulo III

Meta-representaciones: El significado

Nuestras representaciones internas son lo que pintan las paredes de nuestra experiencia, sin ellas nuestra simulación del mundo estaría terriblemente incompleta. Como he mencionado en anteriores veces, las meta-representaciones internas engloban aspectos como la memoria, las escenas mentales, y el diálogo interno. Siendo la razón por la cual podemos tener un conocimiento en relación a nuestra condición en el mundo. Nuestra simulación del mundo incorpora, y hace uso de un gran número de estas representaciones internas para construir un modelo aún más sutil del mundo —la capa de meta-representaciones internas, véase en el capítulo II—. Es por ello que las cosas nos resultan familiares. Sin este esquema de relaciones la vida sería desorientadora. El hecho de que podemos ser conscientes de objetos, eventos y personas sin siquiera tenerlas en frente, evidencia que cada uno de nosotros contiene un modelo interno del mundo, el cual complementa nuestra representación sensorial del mismo —ya antes abordada—.
De tal manera, uno podría encontrarse en compañía de otra persona en un entorno monótono, para nada estimulante, y sin embargo entablar una conversación entretenida acerca de la vastedad del mundo, excitando la imaginación, y al mismo tiempo evocando memorias, expectativas, y conceptos en la mente…
Hago una breve pausa aquí para arrojar un poco de luz sobre el concepto de meta-representaciones internas: Reciben el prefijo “meta”, porque son representaciones basadas en otras representaciones, en otras palabras, lo que tenemos aquí son dos modelos, uno dependiente del otro. En este caso se simulan aspectos de la representación sensorial. “En términos poéticos, es la capacidad que tiene nuestra simulación del mundo para conocerse a sí misma”. Es de remarcar que ambos modelos no se encuentran aislados uno del otro, sino que estos coexisten en un mismo espacio virtual dentro del cerebro. Podemos pensar en esta como una mera extensión más de nuestra simulación del mundo. No es tampoco casualidad que el mundo sensorial parezca estar permeado por nuestros “esquemas de significado”, como si estos constructos mentales estuvieran de alguna manera proyectados en el exterior. Esto es de hecho una característica más de nuestra simulación del mundo. Nuestras representaciones internas se encuentran dispersas a lo largo y ancho del espacio fenoménico que habitamos, aunque de manera implícita. Según lo que estas representen determina en qué parte de nuestra simulación del mundo se encuentran. Por ejemplo, nosotros los seres humanos somos increíblemente buenos cuando se trata de crear un mapa interno de los lugares, y ambientes por los que nos movemos. Es de aclarar que las representaciones internas dependen de experiencias sensoriales previas para poder existir —en este caso experiencias previas de lugares—.
Lo fascinante es que podemos incluir estas representaciones internas dentro de nuestra experiencia del mundo —aunque de manera implícita—, como si estas fueran estructuras completamente volumétricas teniendo lugar en el exterior, lo cual recuerda bastante a los perceptos amodales —ya antes mencionados en el capítulo II—. En otras palabras, nuestra meta-representación interna del espacio —como estructura implícita— puede entrelazarse con nuestro modelo visual —estructura explícita de la experiencia—, para contribuir a una representación completa del mundo a nuestro alrededor. De esta manera, nuestras representaciones internas nos brindan información que nuestros sentidos no pueden darnos en el momento. “No podemos ver a través de las paredes, y ser conscientes explícitamente del mundo más allá del lugar donde nos encontramos, entonces el cerebro debe forzosamente incluir un modelo implícito y complementario acerca del exterior”. Este “espacio virtual secundario” que proyectamos en nuestra película interna del mundo, es incluso más grande de lo que pensamos. Podemos renderizar de manera implícita ciudades, países e incluso el planeta entero, si es que nuestro modelo del mundo es lo suficientemente exuberante —si somos lo suficientemente cultos, en esencia—. Del mismo modo, existen representaciones internas en relación a eventos, o situaciones, lo que nos permite tejer narrativas.
Conversaciones casuales, rumores, anécdotas, libros, e incluso estados mentales como ensoñación excesiva, pueden incentivar la creación de escenas mentales, que pueden a su vez transmutar en historias, y fantasías. Lo cual resulta una herramienta conveniente en el momento de comunicarnos con otros seres humanos.


Seres de Qualia —Subagentes—. Representaciones internas

El cerebro incluye un amplio repertorio de entidades —representaciones internas de otros seres—; el mundo físico-externo está lleno de otras máquinas biológicas, las cuales cuentan con su propio modelo interno operando simultáneamente, es evidente que en algún punto de la evolución fue necesario incorporar representaciones internas de otras criaturas, para monitorear su comportamiento —reconocer riesgos, predecir eventos, y evitar imprevistos—. Recordemos que el objetivo esencial de un sistema dinámico capaz de sustentarse así mismo, se reduce a tener un suficiente control sobre el caos de su entorno —esto incluye a otras criaturas—, y así predecir su comportamiento, para ello es forzoso incorporar un modelo interno de su medio ambiente. En otras palabras…las personas con las que interactuamos existen en realidad como sofisticados automatas dentro de nuestra simulación del mundo —"como si se tratase de un extravagante teatro cósmico"—. Recordemos que solo tenemos acceso a una representación del entorno, de la misma forma, solo tenemos acceso a bien-definidas réplicas sensoriales de otros seres humanos. En un sentido literal, las personas que conocemos existen solo dentro de los confines de nuestros propios cerebros. Sin embargo, lo que nos interesa en este capítulo son los “remanentes” que la experiencia sensorial deja detrás de sí, las cuales son a su vez archivadas por el cerebro para posteriores usos —meta-representaciones internas—.
No es una coincidencia, que cuando se sueña con personas conocidas, estas suelen aparecer y comportarse de la misma manera en como lo hacen cuando se interactua “realmente” con ellas. Parte de los principios organizativos que el cerebro utiliza para crear a los seres humanos —en el acto de representar, y renderizar el exterior—, parecen de alguna manera “archivarse”, quedando implícitamente “codificados” en nuestra simulación del mundo. De tal forma, el cerebro es capaz de reconstruirlos —”como si los trajera de nuevo a la vida”— cuando nos encontramos en aquellos estados alucinatorios —pasivos—, que conocemos como sueños. De la misma manera, estos principios organizativos se utilizan para renderizar nuestras escenas mentales —imaginación—. Estas réplicas oníricas conservan las respectivas actitudes, personalidades, y temperamento, asociados con la persona, aunado con su “vibra” correspondiente —concepto abordado en el capítulo IV—, refiriéndose a la manera en que se siente, o se percibe la presencia de alguien —por ejemplo, si está es agradable, o genera rechazo, complementada con patrones específicos de qualia—. Lo cual también se extrapola a objetos, lugares, eventos, etcétera. Una nota adicional que me gustaría colocar aquí es que en sueños, usualmente —no siempre— nuestros conocidos pueden ser experimentados como versiones caricaturescas de sí mismos, manteniendo sus características o rasgos más remarcables, al menos en un cierto grado.
En el párrafo anterior se abordaron brevemente los sueños —un fenómeno familiar para la mayoría—, pero ahora pasemos a los estados exóticos de consciencia, donde estas entidades también se hacen presentes pero de manera completamente distinta. Es en este “nivel” donde los subagentes se salen de control, adquiriendo incluso la forma de seres sobrenaturales —el carácter fenoménico con el cual se experimentan suele ser mucho más intenso y vivido en contraste con los sueños, en ciertos casos inclusive más que el estado de vigilia común—… Comúnmente estas entidades toman el papel de arquetipos, conceptos metafísicos, deidades pertenecientes a religiones, aspectos de la naturaleza, e incluso representaciones internas de sociedades enteras, dependiendo del contexto y determinadas por la manera en que uno mismo filtra dichas representaciones —complementadas inclusive con otras representaciones internas—.
Hago un énfasis aquí, mencionando que los subagentes —sin importar su índole— continúan existiendo durante el transcurso del día a día —durante el estado ordinario de consciencia; la vigilia—, más sin embargo de una manera pasiva, e implícita. Ya sea cuando pensamos en las implicaciones sociales de ciertas acciones que tomamos, instantáneamente dichas representaciones se activan para persuadir al usuario, y así modificar su comportamiento. Por ejemplo, imaginemos que la intención de uno es hacerse una perforación en la oreja, inmediatamente las meta-representaciones internas de los padres, de los maestros, e incluso de los amigos se hacen presentes, es ahí cuando surge el tan famoso “¿qué dirán los demás?”, acompañado de escenarios posibles cobrando forma en la imaginación del sujeto. Como mencioné previamente, estas representaciones internas poseen la capacidad de influenciar explícitamente las emociones, y acciones del sujeto que carga con estas. El cerebro humano evolucionó para almacenar esta clase de modelos internos usualmente con el objetivo de asegurar su lugar dentro de alguna tribu; no es casualidad que las tengamos, y las usemos para tomar mejores decisiones. Estas representaciones no solo toman el papel de otros seres humanos, sino de todo lo que pueda tener una “cara”, es decir, todo aquello que sea capaz de expresar signos de sapiencia, inteligencia, empatía, e intenciones propias, entre otros...De tal forma, incluso un cúmulo caótico de estímulos puede convertirse en una entidad dentro de la mente, si este resulta suficientemente sugestivo para considerar dicha posibilidad.
Como mencioné previamente, estas representaciones internas pueden seguir existiendo de manera implícita mientras transcurre la experiencia ordinaria. Es solo durante estados exóticos de consciencia cuando dichas entidades pueden adquirir una apariencia explícita y congruente.
Nuestro modelo del mundo resulta excepcional para el reconocimiento de patrones. Una secuencia de eventos aparentemente separados entre sí desde un punto de vista imparcial, puede en esencia adquirir significado, o coherencia si este resuena con las representaciones internas de un sujeto; de tal forma, una entidad puede incluso proyectarse en el mundo externo una vez que se le asocia con ciertos eventos, “indicios” o “señales”, sincronicidades, etcétera. Generando la convincente ilusión de que esta entidad realmente se encuentra interactuando con el “mundo externo” de manera sutil; lo cual es comúnmente reportado por personas con obsesiones compulsivas, fanatismo, ansiedad generalizada, y padecimientos como la esquizofrenia, o psicosis. Inclusive en algunos casos estas entidades pueden “poseer” al usuario, en otras palabras, las representaciones internas pueden tomar control del propio modelo encargado de simular el cuerpo físico, lo que les permite a su vez determinar acciones; esto es sobre todo preocupante, cuando las “intenciones” de la entidad representan un peligro tanto para los demás, como para el usuario per se.
Todo lo que sucede en nuestra capa de representaciones internas se construye con algo llamado “vibras”, los cuales están hechos de gradientes de Valencia, es decir, valores emocionales —el parámetro hedónico—, por lo que estas pueden determinar el “tono” general de nuestra simulación del mundo.

Representación artística, la cual ilustra cómo nuestra capa de meta-representaciones internas se ve envuelta dentro de nuestras mentes, coexistiendo con la réplica perceptual del mundo externo; con una influencia causal mutua, también ilustrando la creencia o sospecha de que algunas entidades, tales como deidades, viven más allá del ordinario “mundo consensual, humano”.
Autor: Aarón T. M.

El mundo que experimentamos alrededor nuestro no existe como una desapegada e independiente entidad, sino como un sofisticado diorama compartiendo misma “habitación” con todo lo que conocemos como creencias, pensamientos, memoria, incluyendo otros elementos de nuestra fenomenología, formando parte de la misma entidad hecha de qualia —nuestra simulación del mundo—, por lo que ambas constantemente interactúan entre sí. Todas las partes de nuestra experiencia están interconectadas con las demás, y operan sinérgicamente por el bien de hacer que todo funcione. Tampoco olvidemos que nuestra mente puede ser pensada como un ecosistema lleno de replicadores, donde cada cúmulo de coherencia lucha literalmente por tu atención, adquiriendo una mayor “solidez” y permanencia.
-Tal y como representé en el dibujo de arriba, considero que el común fenómeno social de creer en que todas las deidades viven más allá del “mundo humano”, como en el cielo, e incluso “dimensiones alternas”, es porque dichas entidades autónomas e inteligentes hechas de qualia tienen su propio origen en el mismo lugar donde nuestra experiencia del mundo está siendo fabricada, dentro del cerebro…
Como un ejemplo de lo anterior, el popular manga de nombre “Buenas noches, Punpun” muestra este tipo de fenómeno ocurriendo “dentro” de la mente del protagonista. “Dios”, representado como una cabeza gigante flotando de un lado a otro, aparece ocasionalmente a lo largo de los capítulos, cuyo papel en la trama es de un consejero personal para Punpun, representando el proceso mental y reflexivo que atraviesa durante su camino a la adultez.

Diseño hecho por Luke Stuart. Artista de cómics, ilustrador, y diseñador. Buenas noches, Punpun (2017).


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