Meta-representaciones: El significado
Nuestras representaciones internas son lo que pintan las paredes de nuestra
experiencia, sin ellas nuestra simulación del mundo estaría terriblemente
incompleta. Como he mencionado en anteriores veces, las meta-representaciones
internas engloban aspectos como la memoria, las escenas mentales, y el diálogo
interno. Siendo la razón por la cual podemos tener un conocimiento en relación a
nuestra condición en el mundo. Nuestra simulación del mundo incorpora, y hace
uso de un gran número de estas representaciones internas para construir un
modelo aún más sutil del mundo —la capa de meta-representaciones internas,
véase en el capítulo II—. Es por ello que las cosas nos resultan familiares. Sin este
esquema de relaciones la vida sería desorientadora. El hecho de que podemos ser
conscientes de objetos, eventos y personas sin siquiera tenerlas en frente,
evidencia que cada uno de nosotros contiene un modelo interno del mundo, el cual
complementa nuestra representación sensorial del mismo —ya antes abordada—.
De tal manera, uno podría encontrarse en compañía de otra persona en un entorno
monótono, para nada estimulante, y sin embargo entablar una conversación
entretenida acerca de la vastedad del mundo, excitando la imaginación, y al mismo
tiempo evocando memorias, expectativas, y conceptos en la mente…
Hago una breve pausa aquí para arrojar un poco de luz sobre el concepto de
meta-representaciones internas: Reciben el prefijo “meta”, porque son
representaciones basadas en otras representaciones, en otras palabras, lo que
tenemos aquí son dos modelos, uno dependiente del otro. En este caso se simulan
aspectos de la representación sensorial. “En términos poéticos, es la capacidad que
tiene nuestra simulación del mundo para conocerse a sí misma”. Es de remarcar
que ambos modelos no se encuentran aislados uno del otro, sino que estos
coexisten en un mismo espacio virtual dentro del cerebro. Podemos pensar en esta
como una mera extensión más de nuestra simulación del mundo. No es tampoco
casualidad que el mundo sensorial parezca estar permeado por nuestros
“esquemas de significado”, como si estos constructos mentales estuvieran de
alguna manera proyectados en el exterior. Esto es de hecho una característica más de nuestra simulación del mundo. Nuestras representaciones internas se
encuentran dispersas a lo largo y ancho del espacio fenoménico que habitamos,
aunque de manera implícita. Según lo que estas representen determina en qué
parte de nuestra simulación del mundo se encuentran. Por ejemplo, nosotros los
seres humanos somos increíblemente buenos cuando se trata de crear un mapa
interno de los lugares, y ambientes por los que nos movemos. Es de aclarar que las
representaciones internas dependen de experiencias sensoriales previas para poder
existir —en este caso experiencias previas de lugares—.
Lo fascinante es que podemos incluir estas representaciones internas dentro de
nuestra experiencia del mundo —aunque de manera implícita—, como si estas
fueran estructuras completamente volumétricas teniendo lugar en el exterior, lo
cual recuerda bastante a los perceptos amodales —ya antes mencionados en el
capítulo II—. En otras palabras, nuestra meta-representación interna del espacio —como
estructura implícita— puede entrelazarse con nuestro modelo visual —estructura
explícita de la experiencia—, para contribuir a una representación completa del
mundo a nuestro alrededor. De esta manera, nuestras representaciones internas
nos brindan información que nuestros sentidos no pueden darnos en el momento.
“No podemos ver a través de las paredes, y ser conscientes explícitamente del
mundo más allá del lugar donde nos encontramos, entonces el cerebro debe
forzosamente incluir un modelo implícito y complementario acerca del exterior”.
Este “espacio virtual secundario” que proyectamos en nuestra película interna del mundo, es
incluso más grande de lo que pensamos. Podemos renderizar de manera implícita
ciudades, países e incluso el planeta entero, si es que nuestro modelo del mundo es
lo suficientemente exuberante —si somos lo suficientemente cultos, en esencia—.
Del mismo modo, existen representaciones internas en relación a eventos, o
situaciones, lo que nos permite tejer narrativas.
Conversaciones casuales, rumores, anécdotas, libros, e incluso estados mentales
como ensoñación excesiva, pueden incentivar la creación de escenas mentales, que
pueden a su vez transmutar en historias, y fantasías. Lo cual resulta una
herramienta conveniente en el momento de comunicarnos con otros seres
humanos.
Seres de Qualia —Subagentes—. Representaciones internas
El cerebro incluye un amplio repertorio de entidades —representaciones internas de
otros seres—; el mundo físico-externo está lleno de otras máquinas biológicas, las
cuales cuentan con su propio modelo interno operando simultáneamente, es
evidente que en algún punto de la evolución fue necesario incorporar
representaciones internas de otras criaturas, para monitorear su comportamiento
—reconocer riesgos, predecir eventos, y evitar imprevistos—. Recordemos que el
objetivo esencial de un sistema dinámico capaz de sustentarse así mismo, se reduce
a tener un suficiente control sobre el caos de su entorno —esto incluye a otras
criaturas—, y así predecir su comportamiento, para ello es forzoso incorporar un
modelo interno de su medio ambiente. En otras palabras…las personas con las que interactuamos existen en realidad como sofisticados automatas dentro de nuestra simulación del mundo —"como si se tratase de un extravagante
teatro cósmico"—. Recordemos que solo tenemos acceso a una representación del
entorno, de la misma forma, solo tenemos acceso a bien-definidas réplicas sensoriales de otros seres humanos. En un sentido literal, las personas que
conocemos existen solo dentro de los confines de nuestros propios cerebros. Sin
embargo, lo que nos interesa en este capítulo son los “remanentes” que la
experiencia sensorial deja detrás de sí, las cuales son a su vez archivadas por el
cerebro para posteriores usos —meta-representaciones internas—.
No es una coincidencia, que cuando se sueña con personas conocidas, estas suelen
aparecer y comportarse de la misma manera en como lo hacen cuando se interactua
“realmente” con ellas. Parte de los principios organizativos que el cerebro utiliza
para crear a los seres humanos —en el acto de representar, y renderizar el
exterior—, parecen de alguna manera “archivarse”, quedando implícitamente
“codificados” en nuestra simulación del mundo. De tal forma, el cerebro es capaz
de reconstruirlos —”como si los trajera de nuevo a la vida”— cuando nos
encontramos en aquellos estados alucinatorios —pasivos—, que conocemos como
sueños. De la misma manera, estos principios organizativos se utilizan para
renderizar nuestras escenas mentales —imaginación—. Estas réplicas oníricas
conservan las respectivas actitudes, personalidades, y temperamento, asociados
con la persona, aunado con su “vibra” correspondiente —concepto abordado en el
capítulo IV—, refiriéndose a la manera en que se siente, o se percibe la presencia de
alguien —por ejemplo, si está es agradable, o genera rechazo, complementada con
patrones específicos de qualia—. Lo cual también se extrapola a objetos, lugares,
eventos, etcétera. Una nota adicional que me gustaría colocar aquí es que en
sueños, usualmente —no siempre— nuestros conocidos pueden ser experimentados
como versiones caricaturescas de sí mismos, manteniendo sus características o
rasgos más remarcables, al menos en un cierto grado.
En el párrafo anterior se abordaron brevemente los sueños —un fenómeno familiar
para la mayoría—, pero ahora pasemos a los estados exóticos de consciencia, donde
estas entidades también se hacen presentes pero de manera completamente
distinta. Es en este “nivel” donde los subagentes se salen de control, adquiriendo
incluso la forma de seres sobrenaturales —el carácter fenoménico con el cual se
experimentan suele ser mucho más intenso y vivido en contraste con los sueños, en
ciertos casos inclusive más que el estado de vigilia común—… Comúnmente estas
entidades toman el papel de arquetipos, conceptos metafísicos, deidades
pertenecientes a religiones, aspectos de la naturaleza, e incluso representaciones
internas de sociedades enteras, dependiendo del contexto y determinadas por la
manera en que uno mismo filtra dichas representaciones —complementadas
inclusive con otras representaciones internas—.
Hago un énfasis aquí, mencionando que los subagentes —sin importar su índole—
continúan existiendo durante el transcurso del día a día —durante el estado
ordinario de consciencia; la vigilia—, más sin embargo de una manera pasiva, e
implícita. Ya sea cuando pensamos en las implicaciones sociales de ciertas acciones
que tomamos, instantáneamente dichas representaciones se activan para persuadir
al usuario, y así modificar su comportamiento. Por ejemplo, imaginemos que la
intención de uno es hacerse una perforación en la oreja, inmediatamente las
meta-representaciones internas de los padres, de los maestros, e incluso de los
amigos se hacen presentes, es ahí cuando surge el tan famoso “¿qué dirán los
demás?”, acompañado de escenarios posibles cobrando forma en la imaginación
del sujeto. Como mencioné previamente, estas representaciones internas poseen la
capacidad de influenciar explícitamente las emociones, y acciones del sujeto que carga con estas. El cerebro humano evolucionó para almacenar esta clase de
modelos internos usualmente con el objetivo de asegurar su lugar dentro de alguna
tribu; no es casualidad que las tengamos, y las usemos para tomar mejores
decisiones. Estas representaciones no solo toman el papel de otros seres humanos,
sino de todo lo que pueda tener una “cara”, es decir, todo aquello que sea capaz de
expresar signos de sapiencia, inteligencia, empatía, e intenciones propias, entre
otros...De tal forma, incluso un cúmulo caótico de estímulos puede convertirse en
una entidad dentro de la mente, si este resulta suficientemente sugestivo para
considerar dicha posibilidad.
Como mencioné previamente, estas representaciones internas pueden seguir
existiendo de manera implícita mientras transcurre la experiencia ordinaria. Es
solo durante estados exóticos de consciencia cuando dichas entidades pueden
adquirir una apariencia explícita y congruente.
Nuestro modelo del mundo resulta excepcional para el reconocimiento de patrones.
Una secuencia de eventos aparentemente separados entre sí desde un punto de
vista imparcial, puede en esencia adquirir significado, o coherencia si este resuena
con las representaciones internas de un sujeto; de tal forma, una entidad puede
incluso proyectarse en el mundo externo una vez que se le asocia con ciertos
eventos, “indicios” o “señales”, sincronicidades, etcétera. Generando la
convincente ilusión de que esta entidad realmente se encuentra interactuando con
el “mundo externo” de manera sutil; lo cual es comúnmente reportado por
personas con obsesiones compulsivas, fanatismo, ansiedad generalizada, y
padecimientos como la esquizofrenia, o psicosis. Inclusive en algunos casos estas
entidades pueden “poseer” al usuario, en otras palabras, las representaciones
internas pueden tomar control del propio modelo encargado de simular el cuerpo
físico, lo que les permite a su vez determinar acciones; esto es sobre todo
preocupante, cuando las “intenciones” de la entidad representan un peligro tanto
para los demás, como para el usuario per se.
Todo lo que sucede en nuestra capa de representaciones internas se construye con
algo llamado “vibras”, los cuales están hechos de gradientes de Valencia, es decir,
valores emocionales —el parámetro hedónico—, por lo que estas pueden determinar
el “tono” general de nuestra simulación del mundo.
Representación artística, la cual ilustra cómo nuestra capa de
meta-representaciones internas se ve envuelta dentro de nuestras mentes, coexistiendo
con la réplica perceptual del mundo externo; con una influencia causal mutua, también
ilustrando la creencia o sospecha de que algunas entidades, tales como deidades, viven
más allá del ordinario “mundo consensual, humano”.
Autor: Aarón T. M.
El mundo que experimentamos alrededor nuestro no existe
como una desapegada e independiente entidad, sino como un sofisticado diorama
compartiendo misma “habitación” con todo lo que conocemos como creencias,
pensamientos, memoria, incluyendo otros elementos de nuestra fenomenología,
formando parte de la misma entidad hecha de qualia —nuestra simulación del
mundo—, por lo que ambas constantemente interactúan entre sí.
Todas las partes de nuestra experiencia están interconectadas con las demás, y
operan sinérgicamente por el bien de hacer que todo funcione. Tampoco olvidemos
que nuestra mente puede ser pensada como un ecosistema lleno de replicadores,
donde cada cúmulo de coherencia lucha literalmente por tu atención, adquiriendo
una mayor “solidez” y permanencia.
-Tal y como representé en el dibujo de arriba, considero que el común fenómeno
social de creer en que todas las deidades viven más allá del “mundo humano”,
como en el cielo, e incluso “dimensiones alternas”, es porque dichas entidades
autónomas e inteligentes hechas de qualia tienen su propio origen en el mismo
lugar donde nuestra experiencia del mundo está siendo fabricada, dentro del
cerebro…
Como un ejemplo de lo anterior, el popular manga de nombre “Buenas noches,
Punpun” muestra este tipo de fenómeno ocurriendo “dentro” de la mente del
protagonista. “Dios”, representado como una cabeza gigante flotando de un lado a
otro, aparece ocasionalmente a lo largo de los capítulos, cuyo papel en la trama es
de un consejero personal para Punpun, representando el proceso mental y reflexivo
que atraviesa durante su camino a la adultez.
Diseño hecho por Luke Stuart. Artista de cómics, ilustrador, y diseñador. Buenas noches, Punpun (2017).