¿El cerebro tiene consciencia o la consciencia tiene cerebro?; formalismo de la Qualia…
He explorado la pregunta del PORQUÉ nuestras mentes tienen
una estructura, pero no la cuestión referente a CÓMO es que nuestras mentes
tienen estructura.
Para hacer progreso en el estudio de la consciencia, y alcanzar un satisfactorio
modelo de cómo funciona, es esencial considerar que la mente puede tener una
estructura y comportamiento que puede ser medido y bien-representado. La
consciencia no es la excepción a esta regla, y nuestras mentes son “mentes con
cuerpo” en última instancia, entonces cada experiencia consciente dada está
correlacionada con una estructura, o sistema físico. Entonces, las características de
un sistema físico (como el cerebro) corresponden con las características de la fenomenología atribuida a éste, de su “película interna”, pues ambas son
isomórficas.
De esta manera, cada tipo de qualia se correlaciona con configuraciones específicas
dentro del sistema. El placer y el dolor pueden ser igualmente identificados como
modos de organización de esta estructura dinámica —estructuralismo de la
Valencia—. Existe un interesante concepto apodado como la barrera “ser/forma”, y
se refiere a la idea de que la consciencia es la física vista desde afuera, por lo que la
naturaleza interna e íntima de los sistemas físicos es qualia, osease la consciencia.
Aunado al hecho de que las ciencias modernas desconocen cuál es la naturaleza
última de la física, debido a que únicamente podemos conocer el comportamiento
superficial de las cosas, tal y como partículas interactuando unas con otras,
haciendo hincapié que medir es interactuar con el sistema que se busca medir, por
lo que si hubiera algo que no pudiese interactuar con nuestros instrumentos de
medición, entonces aquello no puede ser conocido, esta idea fue introducida por
Kant con el nombre de noúmeno. Entonces, no sería una locura relacionar la
intrínseca misteriosa cualidad de la consciencia con la naturaleza íntima de la
física, concluyendo que la física es en última instancia el comportamiento de la
qualia, como Andrés ha mencionado en repetidas ocasiones. Esta propuesta parece
algo sacado del panpsiquismo, ¿cierto? No digo que las rocas tienen un "alma" y
que pueden percibir y pensar, obviamente no, es algo más complicado que eso, y
como he mencionado anteriormente, percibir básicamente implica tener un
complejo sistema generando un modelo del mundo, de la misma manera con los
pensamientos, se necesitan suficientes meta-representaciones internas para
efectuarlo, y las rocas no tienen nada similar a eso en su interior. Si existe algo
similar a ser una roca, sería algo más parecido a un montón de insípidas
micro-qualia parpadeando constantemente, o algo cercano a ello. En primer lugar
tampoco tendría una experiencia unificada porque establecer “cuánta extensión de
consciencia puede un objeto tener” suena sumamente arbitrario. Pero, de cualquier
modo, obviamente no existe ningún tipo de sofisticada simulación como en
nuestro caso sucediendo dentro de una roca.
Entonces, retornando al tema principal, pensar en la consciencia como algo físico
se denomina formalismo de la qualia, y esto hace mucho sentido, porque los contenidos de nuestras experiencias conscientes tienen que estar en alguna parte,
ocupando un espacio físico, así como energía. Esto también refuerza y encaja
perfectamente con el realismo indirecto; pues correlaciona nuestra experiencia del
mundo con estados cerebrales, por lo que si estoy teniendo la experiencia de ver
mariposas en un campo abierto, por ejemplo, entonces dicha experiencia
corresponde con una estructura dinámica teniendo lugar en el interior de mi
cerebro. Enfatizando lo mencionado recientemente, puede resultar desconcertante
para el lector intentar encontrar algún parecido cercano entre ambos. Por un lado
contamos con nuestra experiencia consciente del mundo —tal y como la conocemos—, y por el otro, irreconocibles morfologías de matrices neuronales. Nos
topamos de nuevo con el famoso dilema filosófico: “Problema mente-cuerpo”.
Sabemos de antemano que ambos están estrechamente relacionados, pero
desconocemos el cómo. ¿Cómo pueden unas cuantas neuronas “parloteando” ser lo
mismo que la experiencia tan vivida de andar por la calle en un día soleado?, por
ejemplo…Si nuestra experiencia está realmente hecha de neuronas, ¿por qué no
vemos los axones y las dendritas —partes de una neurona— tapizando los cielos, y
las aceras? Desde nuestro punto de vista, como criaturas habitando esta
experiencia envolvente del mundo, la cual exhibe un volumen, es decir, posee
profundidad, parece bastante obvio. Después de todo, la ciencia moderna no ha
podido hallar ningúna evidencia de esta vivida estructura de experiencia consciente
en el cerebro, ¿entonces qué es lo que sucede? La realidad es que nuestra
experiencia consciente no tiene una correlación directa con la morfología biológica
de las neuronas, ni de sus fluctuaciones internas de aminoácidos. Parece tratarse
más de una correlación indirecta, pues se ha observado que las alteraciones sobre
ciertas poblaciones de neuronas resultan en cambios específicos dentro de la
experiencia subjetiva del sujeto. Sin embargo, desconocemos el proceso de
renderización de nuestra simulación del mundo per se, lo cuál nos interesa. Acordé
con la investigación de Steven Lehar —la teoría de resonancia y armónicos—, la cual
se aborda en el capítulo VI, los ladrillos esenciales que constituyen nuestra
experiencia consciente del mundo —tal y como la conocemos— corresponden con
excitaciones del campo electromagnético. Los pulsos emitidos por las neuronas al
activarse e inhibirse continuamente generan ondas no-lineales —distorsiones del
campo—, las cuales pueden moverse e interactuar con otras a lo largo y ancho del medio volumétrico interneuronal. De tal manera, el cerebro es capaz de sustentar
complejas estructuras tridimensionales, y dinámicas de naturaleza vibracional,
siendo estas la más plausible correlación directa con nuestra experiencia del
mundo.
Lo cual, a su vez encaja perfectamente con las observaciones fenomenológicas de
nuestra experiencia consciente, pues está exhibe comportamiento de ondas
no-lineales —se darán algunos ejemplos en capítulos posteriores—. Estas ondas
no-lineales —las cuales se abordan detenidamente en los capítulos IV, y VI—, al ser
capaces de interactuar con otras ondas, pueden ser utilizadas para un sinnúmero de
fines computacionales, entre ellas representar, optimizar, y renderizar estímulos
externos, dando lugar a los tan sofisticados objetos y fenómenos que aparecen en
nuestra experiencia consciente —”nonlinear wave computing”, abordado por
Andrés Goméz Emilsson en su canal de Youtube, así como en su sitio web oficial
“qualia-computing”; véase en referencias bibliográficas—. En Qualia Research
Institute —organización de investigación científica, encabezada por Andrés
Goméz Emilsson— se tiene el concepto de “comportamiento holístico de campo” —véase
también en el capítulo VI— refiriéndose a la evidente unidad simultánea de nuestra
experiencia consciente, lo cual recuerda bastante al comportamiento unificado de
los campos estudiados por la física moderna.
Según mi interpretación, es esta propiedad holística e intrínseca de la consciencia
lo que hace colapsar todas los constructos no-lineales distribuidos espacialmente a
lo largo del "medio cerebral” —aunado con la resonancia armónica de las mismas
ondas— en los objetos y cualidades significativas de nuestra experiencia
consciente, como parte de la misma entidad unificada —nuestra experiencia del
mundo; tal y como la conocemos—. La intención de este capítulo no es de abrumar
al lector con tecnicismos, y conceptos abstractos, sino de convencer acerca de la
inherente relación que existe entre nuestra experiencia consciente, y la actividad
del cerebro. De tal manera, es apropiado pensar en nuestra experiencia del mundo
—tal y como lo conocemos— como un modelo volumétrico —algo así como un
diorama— diseñado y controlado completamente por el cerebro. Sería bastante
adecuado para las intenciones de esta obra que esta premisa sea imaginada por el
lector de manera literal, incentivando una mejor comprensión de los capítulos por
venir.
Dicho todo esto, podemos argumentar que nuestra simulación del mundo posee
dos lados: El lado interno que es donde estamos, la forma en cómo se siente ser el
sistema, que es donde ocurre nuestra experiencia del mundo, tal y como la
tenemos, y el lado externo, que corresponde con la estructura física de nuestra
simulación del mundo, vista desde un punto de vista de un tercero, o agente
existente solo fuera del objeto, atribuido a las descripciones “objetivas”.
Sketch, el cual vagamente ilustra las principales partes que constituyen nuestra simulación del mundo. Autor: Aarón T. M.
Antes de cerrar con la última parte de esta sección, hago énfasis en que las cosas mencionadas anteriormente pueden ser pensadas como los bloques esenciales o principales asunciones clave para comprender las afirmaciones de este modelo de la mente. Consecuentemente, profundizaré en más detalles e implicaciones adicionales de este modelo, separando el contenido en diferentes nuevos temas que he encontrado interesantes.